lunes, 9 de noviembre de 2009

El Día de Canillita y la libertad de informar y estar informado

Clarín y La Nación salieron a reclutar desocupados para ningunear el Día del Canillita. Estaban dispuestos a pagar lo que fuera para infundir entre los canillitas el temor a quedarse sin trabajo. Es más, de acuerdo a lo que informaron vendedores de diarios entrevistados por Prensa Libre, llegaron a ofrecer el doble y el triple de ganancias para que los tradicionales canillitas, en lugar de festejar su día, traicionaran a sus colegas por dinero.

¡Ay Clarín, vendido al rey mercado!
¡Ay La Nación siempre en contra de lo que huela a trabajadores, a pueblo!
¿Cuál es la libertad que dicen defender?

Los canillitas hace muchos años que tienen un régimen de trabajo que los hace vender con exclusividad diarios y revistas en sus tradicionales “puestos” y “paradas”. Esa es una ventaja, pero tienen muchas obligaciones. No tienen francos de ninguna clase, deben trabajar de lunes a domingo en los horarios que les indican para recibir los ejemplares, les fijan los precios y los porcentajes de ganancia, y si no venden no cobran. Los únicos días sin diarios en el año son tres: el 1° de mayo, Navidad y Año Nuevo. Agregar el Día del Canillita (7 de noviembre) del que habían sido privados gracias a los acuerdos entre sus patrones, los diarios, y los gobiernos militares, era una reivindicación por la que siempre lucharon y que este año consiguieron.

Pero atención, los grandes diarios hace muchos años que quieren recortarle a los vendedores de diarios sus derechos. Lo lograron con el gobierno de Saúl Menem, bajándole el porcentaje de sus ganancias y continuaron con De la Rúa, cuando quisieron vender diarios en todas partes, rompiendo con la tradicional forma de venta.

¿Por qué es peligroso el intento? Porque el sistema de venta de diarios y revistas es muy democrático. En Capital y Buenos Aires existen puestos fijos, muy bien distribuidos por el territorio, inclusive con reparto domiciliario, y donde se exhiben todos los productos: los de las grandes editoriales y de las pequeñas, los de derecha y los de izquierda, los favorables al gobierno y los opositores. Eso es igualdad, algo que los monopolios no pueden tolerar.

Si los grupos monopólicos consiguieran desregular el sistema, olvídese el lector de encontrar algo que no fuera producido por Clarín, La Nación y sus socios. Habría una sola información, un solo contenido, una sola opinión.

Hoy mismo, con este sistema, los grandes diarios se ponen de acuerdo con los distribuidores para entregar tarde y mal los diarios competidores. ¿Usted alguna vez se preguntó por qué en muchos lugares primero llegan los “grandes” y después los demás? O ¿por qué a veces no se consiguen los DVD de “Miradas al Sur” o los libros de “Página 12”, por ejemplo?

Si los grandes diarios controlan el papel de diario (son los dueños y ¡le venden a su propia competencia!); si son poderosos porque reciben el mayor porcentaje de publicidad y apoyo oficial; si además tienen innumerables radios AM y FM, poseen varios canales de aire y el monopolio del cable; si tienen revistas y diarios regionales y locales en todo el país; programas de entretenimiento, de chimentos, noticieros; y en todos ellos nos repiten hasta el cansancio la propaganda favorable a sus intereses… ¿No le parece que el peligro para la democracia es mayúsculo?

Por eso era tan necesaria una ley de medios, aun insuficiente, que limitara un poco su poder.
Si además de todo eso, también controlaran la distribución y venta de diarios y revistas, entonces sí, estaríamos ‘en el horno’. Casi no existen ejemplos en el mundo con un control tan grande (desde la materia prima, pasando por la fabricación, la distribución y la comercialización), y difícilmente podría hablarse de libertad de expresión y de información, con ellos machacando continuamente en la mente de todos nosotros.

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