martes, 29 de septiembre de 2009

Reflexiones sobre la Ley de Medios a partir de la opinión del concejal Gnoffo

El equipo de prensa del presidente del bloque de concejales de la UCR de Vicente López, Fabián Gnoffo, envió sus declaraciones a Prensa Libre, acerca de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

Gnoffo dice: “Por un lado creo que hay que modificar la ley actual; no es sano que haya un monopolio tan fuerte de parte de los grandes grupos mediáticos, volcada en una opinión casi unánime en muchos medios que pertenecen a una misma empresa”.
“Sin embargo, es muy probable que en este caso puntual no se trate de que haya más libertad de expresión sino de que cambie de manos la monopolización de los medios, y eso sería peligroso”.
El concejal también se refirió a otros actores que deberían formar parte de la discusión: “En este debate deben ser escuchadas también las ONG´s y los medios provinciales y locales, pero mi miedo es que éstos terminen siendo feudos en cada uno de sus lugares, y que se siga girando en torno, por ejemplo, de sindicatos que se hagan cargo de esta representatividad. Sería volver a lo mismo”.
Gnoffo fue más allá al sugerir: “Este proyecto de ley de Servicios de Comunicación Audiovisual debería ser mucho más debatido en el Senado e incluso para ello sería muy sano políticamente que vuelva a la Cámara de Diputados de la Nación”.
A modo de conclusión, Gnoffo opinó: “No queremos una ley de radiodifusión para solamente cambiar el dueño del monopolio”.

En 1983 a muchos, periodistas y no periodistas, nos parecía que la Democracia no podía permitirse funcionar con una ley de medios creada por la dictadura para favorecer a sus amigos, y evitar la participación de la ciudadanía en todo lo que fuera la libertad de expresión que garantiza nuestra constitución nacional.
Ya sabíamos que Videla había llegado a un acuerdo con Clarín, La Nación y La Razón (en 1977) para darles el monopolio de la fabricación del papel para diarios (recordemos la famosa foto de la Noble brindando con el dictador). De ese acuerdo, dejaron afuera, entre otros, a Héctor Ricardo García (Crónica), quien se cansó de denunciar el hecho, al mismo tiempo que Clarín le aumentaba los precios del papel para fundirlo. Recordemos que La Prensa, por entonces propiedad de los Gainza Paz, no quiso participar del acuerdo porque le pareció poco ético. Todo esto figura en libros publicados por varios investigadores (entre ellos Enrique Vázquez, Anguita y Gasparini), en documentos públicos y, más aún, algunos detalles siniestros aparecen en un reciente reportaje realizado a Osvaldo Papaleo, protagonista de algunos de aquellos hechos.
Recordemos que hoy el monopolio le pertenece a Clarín, que se hizo dueño de La Razón y detenta así el 50% de las acciones, y en menor porcentaje a La Nación y al Estado.
A ese monopolio agreguemos Canal 13 (gracias a Menem), radio Mitre, varios cientos de licencias de radio y TV, varios medios gráficos del interior y negocios varios, que ligan a los dueños del papel con todo lo que uno pueda imaginar. Si le agregamos la televisión por cable, las productoras, los canales, etc., el círculo cierra bastante bien. Cuando a la mañana temprano uno de estos diarios dice “a” y sus repetidoras durante todo el día siguen con “a” (incluidos los programas de entretenimientos, de discusión política y de periodismo de los que son dueños), por la noche el pobre ciudadano que recibe el bombardeo del monopolio termina diciendo “a”.
Y qué le vamos a hacer, son las reglas del libre mercado.

Por eso estoy de acuerdo con usted: existe el monopolio y hay que terminar con él.
Pero, y aquí surgen las disidencias, usted teme que se cambie un monopolio por otro…
Si estamos seguros de que el monopolio existe y hay que terminar con él, ¿no debemos hacerlo porque “podría” cambiar de manos? Ese razonamiento ¿no parece un último recurso para evitar el fin del monopolio?
¿Por qué digo esto? Porque ya en 1983, diputados radicales elaboraban proyectos para cambiar esta situación antes descripta, y como por esa ley los medios deben ser controlados por las Fuerzas Armadas se decidió intervenir el CONFER, hasta hoy en manos del Estado por completo. O sea, que si usted tiene miedo que el monopolio pase de una mano a otra, podemos afirmar que hoy sí el control total es del Estado.
Por eso, porque muchos no queremos que el tema de la comunicación esté exclusivamente en poder del Estado o de los monopolios (a los que no les interesa informar, sino sólo ganar más) siempre planteamos que había que darle cabida a las ONG, mejor dicho Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC). Y seguramente que habrá muchas malas: ¿sindicatos?, ¿iglesias?, ¿fundaciones?, ¿partidos políticos?, ¿bibliotecas?, ¿sociedades de fomento?, ¿cámaras empresarias?, ¿clubes? Ahora tienen prohibido participar en los medios audiovisuales; pero con la nueva ley, mal o bien, tendrán su derecho.

Y como le decía, no es desde hoy que se quiere cambiar esa ley por otra mejor. Calculan que son más de 70 los proyectos presentados desde la época de Alfonsín y siempre fueron cajoneados con distintas excusas. Usted sabe como es eso, cuando los poderosos no quieren, hacen lobby y no hay caso. Después, con Menem, las cosas empeoraron. Y mientras tanto, las radios locales, los periodistas independientes, los sindicatos (locutores, artistas, periodistas, actores, técnicos) comenzaron a preparar los famosos 21 puntos (y nadie les daba bolilla, siempre había cosas más importantes). Al final, alguien del oficialismo se interesó, en base a los 21 puntos armó un proyecto que fue mejorando, y en marzo de este año se presentó. Todos los debates que se hicieron para llegar a los 21 puntos fueron ocultados por los medios, y todos los que se hicieron después, con el proyecto ya presentado, también fueron ocultados. Y en el parlamento, nadie lo discutió. “No tuvimos tiempo para leerlo”, decían, cuando sabemos que los legisladores tienen muchos asesores que les podían haber ayudado en estos años.
Cuando se acercaron las elecciones, los medios decían: “ahora no es el momento porque vienen las elecciones”. Cuando pasaron, los medios decían: “ahora no, porque pasaron las elecciones”. Después: “hay que esperar al próximo parlamento”. ¿Y más tarde qué dirán? ¿Lo mismo que en los últimos 25 años?

No hay nada peor que la ley existente. Lo dice el relator para la libertad de expresión de la ONU: “Este proyecto de ley sigue los principios clásicos de la libertad de expresión y de las relatorías. Hay cuatro relatorías en el mundo. La de las Naciones Unidas, la de la OEA, la de Europa y la de Africa. Y las cuatro relatorías han coincidido históricamente en la necesidad de diferenciar los tres segmentos de comunicación comercial, comunitaria y pública estatal. Este proyecto de ley lo que está haciendo es traducir la doctrina de derechos humanos a una ley, a una guía. Y me parece muy bien.”
Lo dicen todos los periodistas que no están comprometidos con los multimedios. Por el contrario, están en contra todos los periodistas que tienen contrato con los multimedios. Qué sugestivo, ¿no?
Lo dice Hermes Binner: “Tenemos que partir del presupuesto de que esta ley es sustancialmente superior a la ley que existe hoy", y destacó que se haya podido "separar a las telefónicas" del negocio ya que podría "empañar el funcionamiento de los medios", y que en el nuevo proyecto "va a haber un cuerpo colegiado" en lugar de un interventor, y que habrá "regulación de la pauta oficial". Lo dice quien esta semana acaba de ganarle al peronismo en su provincia.
Es que parte de la premisa lógica de que lo que es bueno hay que aceptarlo, no importa si viene de alguien que no piensa como uno.

No sé qué ofrecen los multimedios para evitar que se apruebe la ley, pero les tengo miedo. Ellos contribuyeron en mucho para que lo voltearan al presidente Illia, ¿se acuerda? ¿Y en el ’76? Mire las tapas de algunos diarios de marzo de ese año. Contribuyeron, otro poco, para que cayera Alfonsín… A Menem lo apoyaron, hasta que les dio todo lo que querían… y descubrieron a un De la Rúa más maleable. A Duhalde le sacaron la ley “de industrias culturales” que los salvaba de la quiebra. A Kirchner lo apoyaron hasta que les dio el cable…

Puedo estar equivocado, pero si no aprovechamos esta oportunidad, hasta los medios locales del barrio más apartado van a estar en manos de los monopolios. Y después, cuando no exista ninguna voz disidente, a algunos les darán trabajo allí, para que digan lo que en el momento oportuno sirva a sus intereses.
Puedo estar equivocado, pero como a usted, me asusta que tanta gente piense de acuerdo al bombardeo unidireccional de los grandes grupos; es demasiado parecido al “miente, miente que algo queda”… Creo que lo dijo un alemán. Y me parece que no se llamaba Goethe ni Beethoven.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Un acto de amor

Otro imperdible. Horacio Verbitsky, en una nota de Página 12 del domingo 20/09, demuestra que a veces no hace falta escribir, sólo dejando que los peces abran la boca se puede descubrir su verdadera entidad:

El diario La Nación ha publicado un delicioso librito, Marcos Aguinis, semblanza de un escritor, redactado en tercera persona por el propio Aguinis, gurú del grupo Aurora de una Nueva República. Ninguna pluma podría decirlo mejor, por lo cual lo que sigue es apenas transcripción textual:
- “Al escribir La cruz invertida, que desmenuza la situación preconciliar de la Iglesia Católica, él mismo llegó a sorprenderse:
–¡Carajo, cuánto sé de todo esto!”.
- “A los doce años estalló su romance con la literatura”.
- “Tenía cualidades para ser concertista de piano y también mostraba habilidades para la escritura y el dibujo”.
- “Imbuido de rigor científico, no dudaba en ajustar la teoría a las evidencias”.
- “París tuvo también el raro privilegio de haber sido la ciudad que vio morir al Aguinis músico. A pesar de los aplausos en numerosos conciertos”.
- “Ambos habían nacido en Córdoba (aunque Maimónides en la que está del otro lado del Atlantico), ambos eran del año 35 (con un tabique de apenas ocho centurias), ambos debieron partir de su ciudad natal, ambos dedicaban gran parte de su vida al estudio, a la razón y a la crítica, ambos se interesaban por asuntos comunitarios, amaban la justicia y estaban abiertos a ideas ajenas”.
- “Aguinis conoció a teólogos progresistas que redactaban textos para el Concilio. El objetivo era aggiornar la Iglesia y favorecer la fraternidad, la justicia y el entendimiento recíproco. Los conocimientos religiosos de Aguinis los impresionaron y fue invitado a participar de las primeras reuniones ecuménicas que se hacían en el mundo. Quizás uno de esos jóvenes teólogos se llamaba Ratzinger”.
- “Hoy se reconoce a Refugiados: crónica de un palestino, como una obra de gran ecuanimidad y extraordinaria intuición”.
- “Con las manos en el cerebro del paciente, Aguinis sintió un suave golpeteo en su hombro. –Lo llaman desde Barcelona, quieren hacerle un reportaje –dijo una enfermera.
–Ahora no puedo.
–Es que están en cadena todas las radios y televisoras de España –agregó con timidez.
–Que conteste mi esposa.”
- “Los textos de Operativo siesta son un catálogo de la riqueza que habitaba en su espíritu: agudeza, humor, ternura, ironía, ojo crítico”.
- “Que los personajes hablen con entera libertad y defiendan sus convicciones, hace que las novelas de Aguinis exhiban una solidez que resiste el paso del tiempo”.
- “De todas sus numerosas columnas, hubo una que desbordaba tanta ironía que los encargados de la censura no fueron capaces de percibirla [...] Aguinis no fue molestado por semejante mofa porque la habían considerado un elogio”.
- “Carta esperanzada a un general se convirtió en el punto de arranque para su extensa y exitosa carrera como ensayista”.
- “Durante la última dictadura [publicó] una vibrante biografía de Guillermo Brown, encargada por la DAIA con el objetivo de donar su primera edición a la Marina. ¿Cómo se explica semejante dádiva a los opresores? [...] Escribió un libro tan hermoso que luego fue motivo de incesantes reediciones. Le enorgulleció enterarse de que, gracias a esa obra, se salvaron vidas”.
- “Ese ensayo se convirtió en una sorprendente enciclopedia de vicios, defectos e inmoralidades vistos bajo el paraguas de un áspero sentido del humor [y] completa una estupenda radiografía”.
- “La gesta del marrano ha sido elogiada como una de las grandes obras del siglo XX. Dosifica suspenso, belleza narrativa, escenas muy vívidas y retrata a un protagonista inolvidable. [...] Muchas personas han leído una sola novela en su vida; y buena parte de ellas eligió La gesta del marrano para su debut y despedida”.
- “La franqueza de Marcos Aguinis pega fuerte en un país resignado a la mentira, el fraude, la corrupción y los discursos hipócritas”.
- “Un hombre lo increpó en la calle.
–Por su culpa casi morimos mi mujer y yo. [...] Yo manejaba mi auto y no podía parar de leer La gesta del marrano, que lo tenía abierto sobre el volante”.
- “Elogio de la culpa incorporó una originalidad al género ensayo, porque lo apartó de su habitual carácter solemne. El libro rebasa picardía y hasta erotismo. [...] Es un estudio profundo y erudito que no deja percibir cuánta bibliografía lo sostiene del derecho y del revés, porque sus páginas bailan. Las conclusiones son admirables”.
- “Le atraen las mujeres pícaras y alegres”.
- “Una ficción conmovedora, electrizante. Varios personajes inventados son tan creíbles que no se los puede distinguir de los genuinamente históricos. La obra significó un aporte sustantivo para entender las falencias humanas. [...] Lo narra con mano maestra”.
- “Los iluminados es una obra grandiosa, [en la que] sobresalen seres entrañables y puros, impulsados por el amor y la búsqueda de la verdad. La obra es un aporte sustantivo al género, como las grandes novelas de Thomas Mann, Marcel Proust, Romain Rolland o Ian McEwan. Pese a su extensión, se lee con fruitivo placer y curiosidad. Los avatares de sus personajes tienen un desarrollo ajustado y punzante. El suspenso no da respiro”.
- “Rosendo Fraga insiste en que Aguinis heredó de Sarmiento su vena intelectual y su puño de acción. Otros dicen que es una curiosa mezcla de Sábato y Borges”.
- “Sonriendo, señala que imita a Johann Sebastian Bach, quien componía frente a su órgano de iglesia desde el desayuno hasta la cena”.
- “Sus lectores, amantes de su franqueza, humanismo y buen humor, le agradecen que, con frescos 74 años, se siente todos los días al teclado de su computadora para seguir pergeñando sueños”.

Poco se puede agregar. Gracias a La Nación y a Marcos Aguinis por este incomparable acto de amor.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-132079-2009-09-20.html

martes, 15 de septiembre de 2009

Defensores de la “Ley de la dictadura”

Que Joaquín Morales Solá es un fiel defensor de los intereses económicos del diario La Nación es notorio y no precisa explicación. Lo demuestra día a día en sus notas, donde editorializa sobre los terribles perjuicios que acarrearía no hacerle caso a él, por ende a su patrón: La Nación.
Hoy, por ejemplo, olvidando su condición de periodista, ofende a los lectores y a todos quienes ejercen dignamente su profesión cuando dice: "El proyecto de ley de radiodifusión tenía dos propósitos claros: fragmentar y debilitar a los actuales conglomerados de medios de comunicación y, al mismo tiempo, crear las condiciones para levantar un conglomerado propio". Por supuesto, utiliza una afirmación tendenciosa sin argumentación alguna, dando por sabido lo que no se debe dar por sabido, tirando por la borda las más elementales reglas del periodismo, que él parece haber olvidado. Pero lo peor, considera a los miles de periodistas y ciudadanos en general, que han trabajado arduamente para llegar a elaborar los 21 puntos en que se basa este proyecto, como ‘idiotas útiles’ al servicio del tirano de turno que censura a La Nación y no le permite insultar abiertamente a quienes rocen siquiera sus privilegios.
A Morales Solá todo le suena a improvisación, todo le suena a complot contra los pobrecitos Clarín, La Nación, Vila, Manzano, De Narváez y toda la banda.
Por qué Morales Solá no dice una palabra del ‘regalo’ de Videla cuando les entregó a su querida “La Nación” y “Clarín” el monopolio del papel. Nada dice de cómo los grandes medios trabajaron para bajar a un presidente democrático como Arturo Illia, nada dice de los elogios editoriales de esos diarios a la dictadura. Pero sí levanta su voz, con toda soberbia y pompa, y no para criticar lo que ve mal, sino para atacar y acusar a un gobierno elegido democráticamente, como no pudo hacerlo con gobiernos dictatoriales. Se burla del proyecto de radiodifusión, “sensible a las necesidades políticamente correctas de los "pueblos indígenas”, dice, y con la ironía de los poderosos se asombra de que se escuchen opiniones (¿despreciables? ¿inferiores?) como detalla él: “de la Agrupación Comandante Andresito, la Federación Juvenil Comunista, Agrupación La Vallese o Barrios de Pie.”
Claro, para Morales Solá esos no son la elite en la que él cree estar, porque no advierte su rol de lacayo. El único que debe ser escuchado es el grupo de patrones de medios que dirige Adepa, donde si están integrados muchos medios pequeños, es por el temor de que los grandes defensores de la ‘libertad de empresa’ no les vendan el papel para sus diarios si tienen opinión en su contra.
http://www.lanacion.com.ar:80/nota.asp?nota_id=1174825&origen=NLColHoy

lunes, 14 de septiembre de 2009

Canal 7, Pablo Sirven y La Nación

Alguna vez se elogió desde aquí a algunos periodistas que, a pesar de escribir en el diario La Nación, consiguen mantener ecuanimidad, rigor crítico e independencia con respecto de la línea del diario. Es envidiable.
Por desgracia, son pocos los que consiguen mantenerse con criterio propio y no sucumben a la fuerte presión que se ejerce, desde los grupos monopólicos de la prensa, para que todo su personal se alinee con los intereses de la empresa.
Y si no, que lo digan los periodistas del Grupo Clarín, que en estos días son perseguidos, hasta en sus trabajos independientes, para que sostengan la postura del grupo en contra de una ley de comunicaciones que limite, aunque sea en parte, el poder de los monopolios.

Hoy en La Nación se publica en tapa una nota que va en la dirección de oposición firme que sostienen todos los grandes empresarios de la comunicación a favor de la “Ley de la Dictadura”. (Mencionado esto con similar intencionalidad con la que se dice “Ley de control de medios”, olvidando que aquella tiene como órgano de control a los tres comandantes de las Fuerzas Armadas).
Desde el título, el artículo que tiene la firma de Pablo Sirven se pregunta ¿Canal 7 es TV pública o propaladora oficial? Y en él se asegura que Canal 7 se “obsesiona” con la ley y adjetiva que en los “sucesivos, largos y repetidos informes” son mínimas las declaraciones en contra.
El articulista se queja luego de que no aparecen declaraciones contrarias a “las pintadas, declaraciones altisonantes y diatribas del matrimonio presidencial contra la prensa”, y sugiere que censuran a los que dan su opinión, poniendo como prueba una carta de “estudiantes de la Universidad de Belgrano”.
¿Le habrán enseñado a Sirven en la escuela de periodismo que su afirmación “matrimonio presidencial” es tendenciosa y fuera de lugar”? ¿Se dará cuenta Sirven que esa consigna, tanto como “los K”, y otras similares son una manera de menospreciar sin argumentar, que tienen mucho de publicidad y poco de periodismo y que se parece mucho a otra consigna que usaron los grandes medios allá por los ‘60, cuando trataban de fijar en la opinión pública el concepto de que el presidente constitucional de entonces era lento “como una tortuga” y por lo tanto ineficiente?

Luego, con una objetividad pasmosa, basada en trascendidos y opiniones personales, se queja de la cantidad de informativos que tiene Canal 7, y en particular parece molestarle uno que se emite a las 20. “Allí se combina la más rancia y oficialista bajada de línea sobre los temas de actualidad con filosos informes compaginados al mejor estilo TVR”.
Luego de tan brillante y completa crítica, que parte de una opinión personal sin dar fundamento, le parece “inquietante” que una columnista de ese canal haya dicho que no se estaba metiendo con los medios gráficos, “que es una cuestión a debatir en otra oportunidad”. A él le parece inquietante, ¿o será a sus patrones, que gozan del privilegio de haber obtenido de Videla el control de la materia prima con que se fabrican los diarios, en sociedad con el Estado y Clarín. (Esos diarios ¿alguna vez le habrán llamado “dictador” o reprochado falta de libertad de prensa a Videla?)
A Sirven también le parecieron “deducciones rápidas y aviesas” las de un cronista que dijo que impedir el tratamiento de la ley era darle continuidad a la de la dictadura (¿no es así?).
También afirma muy suelto de cuerpo que es “antipática” la asociación que se hizo en un programa de Canal 7, entre los firmantes de la actual ley (Martínez de Hoz y Videla), porque “se le pega, de paso, a dos enemigos declarados del kirchnerismo: el campo y la dictadura militar”. En su torpe ataque a Canal 7 Sirven olvida que M. de H. y Videla no son dos entes, sino los que desbarataron la Constitución y promovieron el terrorismo de estado. Olvida que la dictadura militar no es la enemiga de los K, sino de todo el pueblo argentino. Y mal favor le otorga a lo que el llama “el campo”, asociándolo con quien llevó adelante la destrucción de la economía nacional de la mano de un régimen nefasto.

Finalmente, y después de seguir con sus opiniones a favor o en contra de hechos y personas, inexplicablemente, Pablo Sirven dedica seis párrafos de su nota a elogiar a “la emisora con mayor diversidad temática de la televisión argentina” (SIC).
Para concluir con una afirmación absolutamente compartible: “¿Canal 7 no debería cubrir y tratar los temas de actualidad nacional (…) con la amplitud necesaria para abarcar todas las voces y no sólo las del oficialismo?”
Pero claro Pablo, si esa es la conclusión, cómo no estar de acuerdo. Esa afirmación ética vale para todos los medios.
Vaya toda nuestra solidaridad con P.S. si fue obligado a escribir todo lo demás.

La nota de Sirven se puede leer en: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1174229

martes, 8 de septiembre de 2009

Democratizar la comunicación (I)


Guillermo Mastrini, docente de comunicación de la UBA y de la Universidad de Quilmes, es uno de los que opina desde la docencia y desde el conocimiento acerca de la comunicación. Para él está claro que la ley vigente de radiodifusión de Videla y Martínez de Hoz es negativa para la democracia y por lo tanto, a 26 años de la llegada de la Democracia, es absurdo que no se hagan los cambios necesarios para terminar con esta situación.
Si bien durante estos años se presentaron diversos proyectos integrales, siempre el parlamento se negó a tratarlos. Ahora, sin embargo, es la oportunidad. Y lo es, porque el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) lo presentó con fuerza para ser tratado.
A los que estamos en el tema, todos los momentos nos parecen apropiados. Antes de las elecciones o después de ellas, con un parlamento o con otro, lo que no nos parece oportuno ni democrático es que algunos políticos pongan excusas de oportunidad, cuando ya son culpables (tanto desde el gobierno como fuera de él), de haberse hecho los distraídos cuando los proyectos parecían afectar los intereses de los medios. Porque suena demasiado a no querer quedar mal con quienes le van a dar prensa, y porque hacen quedar mal a los medios que parece que sólo le dan prensa a quienes defienden sus intereses en el Parlamento.
En 1989, fueron los mismos políticos quienes aprobaron una reforma que permitía que las sociedades anónimas (sin importar sus actividades económicas) tuvieran licencias de radios. Y en el mundo hay ejemplos, denunciados por la prensa independiente de verdad, sobre cómo intervenían las empresas en la prensa para hablar bien de sus productos, desde la objetividad periodística, ¡de sus propios empleados!
En 1991, se permite el ingreso a la prestación radiofónica a capitales estadounidenses o allí radicados.
En 1999, se amplía el número de licencias permitidas por operador de 4 a 24 y se autorizan cadenas monopólicas.
En 2003, la llamada Ley Clarín evita la convocatoria de acreedores para los grandes medios.
En 2004, se extienden por 10 años los permisos para canal 11 y canal 13.
En 2005, se estiran por 10 años las licencias de las radios.
En 2007, se aprueba la fusión de Cablevisión y Multicanal.
Cada una de estas reformas contó con el beneplácito de los partidos políticos y no sirvieron para mejorar la calidad de la comunicación. Todo lo contrario, sirvieron para envilecer aún más la calidad, fortalecer el monopolio y evitar el ingreso de nuevos actores que trajeran aire fresco a la información que le llegaba al público.
Ahí están los años, ahí están los presidentes y sus opositores. Todos cedieron y todos son responsables. Ninguna de esas leyes o decretos benefician al público, sólo al negocio.
¿No es hora de cambiar?