viernes, 20 de febrero de 2009

No caer en la trampa

Parece que en estos días está de moda hablar sobre el papel de la prensa.

Claro que para nosotros no es novedad, y es algo de lo que venimos hablando desde el principio. Prensa Libre nació por la necesidad de tener, como vecinos, una voz que fuera equidistante de intereses particulares y que permitiera hacer conocer lo que ocurría en la zona norte.

Por supuesto que no fue una originalidad, porque son muchos los que desde antes seguían ese camino. Pero era ya una sensación de estar hartos de que la prensa «nacional» (en realidad capitalina), mencionara a los municipios bonaerenses sólo para hablar de crímenes o desgracias. Encima, y esto ocurre hoy, no saben si Olivos está en San Isidro o en Vicente López o si Martínez es un municipio o un barrio. Ni hablar de los más alejados. Ayer mismo mencionaban «la zona de Márquez», como si existiera, para hablar de un accidente en Panamericana. Y recuerdo todavía a un famoso periodista hablar de la villa «La rana» en el partido de Munro. Claro que esos errores serían lo de menos, si durante años no nos hubieran hecho creer que nuestro intendente y concejales eran los de la Capital Federal.

Aunque fuera sólo por eso es necesario que exista una prensa local, que vive los problemas, que conoce de qué se trata y que sabe diferenciar entre municipios, entre barrios y entre necesidades diversas y requerimientos especiales.

Por algo los multimedios se volcaron en los últimos años a sacar sus suplementos locales. Para ellos es una forma de ganar pequeños anunciantes casi sin inversión. Total, piensan, «con algunos pasantes, algunas notas sociales y el apoyo de los municipios», que siempre quieren figurar en el diario de «nombre», tienen asegurado el porvenir.

Y así están con sus suplementos. Hasta Crónica tiene ahora el suyo, y si no fuera triste darían risa. Por más tecnología que apliquen, por más que trabajen a pérdida y por más que los apoye algún gobierno municipal, se caen a pedazos, porque no son sino voceros oficiosos de cualquier gobierno, sólo tocan lo que no moleste a nadie, en especial a sus anunciantes. Son como «diarios de Yrigoyen», para los que ellos creen «ignorantes de los suburbios».

Su idea es perversa si la consideramos fríamente. Ante la agenda temática que imponen sus diarios y revistas, con el bombardeo de la televisión y las radios de su propiedad, sólo quedan los medios locales con cierta fuerza como para romper el discurso único. Apuntan hacia nosotros como consumidores obedientes de sus ideas y productos, por eso adulan a los gobiernos municipales, a los que tratarán de imponer sus condiciones cuando sean los únicos medios.

Es hora de pensar en estas cosas, para no caer inermes en el juego de los poderosos.

Continuará

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