lunes, 6 de septiembre de 2010

Papel Prensa, empresarios despojados y políticos despistados

El accionar de Clarín y La Nación cuando se quedaron con Papel Prensa es similar a los más de 600 casos denunciados de apropiación de empresas, terrenos y valores de empresarios argentinos, durante la dictadura genocida de 1976-1983.

El caso paradigmático es el de los empresarios Miguel y Federico Gutheim, que fueron secuestrados el 5 de noviembre de 1976 y quedaron “a disposición del Poder Ejecutivo Nacional” porque Martínez de Hoz estaba negociando créditos con el gobierno de Hong Kong, y estos importadores y exportadores de algodón estorbaban en los negocios. Cinco meses de cautiverio hicieron que los Gutheim firmaran lo que pretendían los represores. Es por ese delito que hoy está detenido el ministro de economía de la dictadura. José Martínez de Hoz.

Tal vez sería muy sencillo volcar todas las responsabilidades de las acciones aberrantes cometidas durante el período 76-83 en sectores militares que actuaron más allá de la legalidad. Pero si se tienen en cuenta todos los golpes producidos en esos años en América, y la posterior implementación de políticas neoliberales que dejaron en la miseria por décadas a estos países, es claro que existió un plan, fundamentalmente económico, que necesitaba acallar las voces de protesta; en el medio, el afán desaforado de los grupos económicos, y la impunidad, permitieron que grupos civiles se quedaran con las propiedades y de los dineros de los empresarios que no estaban en su círculo privilegiado.

Y todo eso no podrían haberlo logrado si la prensa no hubiera acompañado, si los diarios hubieran denunciado los crímenes en vez de disimularlos, si los periodistas un hubieran llamado, a pedido, “enfrentamiento”, a lo que era un asesinato sin atenuantes. Por eso, parece cada vez más notorio que la guerrilla (tal vez de no existir la hubieron creado) fue una excelente excusa para lanzarse a tomarlo todo, con parte de la sociedad adormecida, cómplice o temerosa (elija el término que más le guste), que hoy intenta disimular su conciencia aceptando los reclamos de ‘olvido’, que por lo general provienen de los cómplices activos y verdaderos

No se trata ya de los robos de valores en las casas de las familias secuestradas, hasta de las propiedades, como quedó demostrado en varios juicios y condenas subsecuentes. También se produjo el robo de campos, empresas y valores de empresarios que, simplemente, cayeron bajo el interés, la avaricia e impunidad con que contaban algunos grupos económicos en combinación con el poder militar.

Esto también está demostrado en los más de 600 casos que ya han sido denunciados y algunos con causas avanzadas, aunque como bien se sabe, de lento caminar por la justicia, acaso temerosa de destapar viejas ollas donde aparecen nombres de encumbrados personajes que podrían, incluso, arrastrar en su caída a otros que hoy ocultan su pasado en esos años.
Tal como fue relatado, no ahora, sino durante largos años, sin que los medios concentrados le prestaran la menor atención, y sin que los periodistas investigadores “independientes” se dieran por enterados, estas maniobras turbias existieron, y algunas de las víctimas, con dolor y paciencia infinita siguen su difícil camino de tratar de lograr justicia por sus pérdidas y humillaciones, después de años de impunidad y de vergüenza.

Allí está Daniel Paskvan (foto), un prominente empresario, que perdió durante la dictadura sus fábricas de Roque Pérez y Lobos, y las acciones de otra empresa en Santa Fe. “Vino la policía y nos dijeron ‘estos son los nuevos dueños’. Nos despojan de todo, de la empresa avícola y la fábrica de alimentos balanceados de Roque Pérez y Lobos, de un depósito en Capital Federal y de varios vehículos. Parecía una película. Todo el personal con uniforme de combate rodeando la empresa en el medio del campo. En ese momento ningún escribano nos quiso hacer un acta en que figurara que teníamos la empresa tomada por el ejército”, recordó en una entrevista con el diario Tiempo Argentino.

O el caso de Carlos, Alejandro (foto) y Rodolfo Iaccarino empresarios lácteos que fueron secuestrados y torturados hasta que “decidieron” vender sus campos en Santiago del Estero y su avión privado con un valor de 120 millones de dólares. A cambio, la familia recibió tres documentos valuados en alrededor de 300 mil dólares y la escritura de una cancha de golf del Sierras Hotel de Alta Gracia, que actualmente se encuentra en manos del Alta Gracia Golf Club y que aún reclaman.

Los detalles de estos casos son tan siniestros, y tan similares a los de Lidia Papaleo y a los otros más de 600 en danza, y que hoy todavía producen escalofríos.
Los beneficiarios todavía están impunes y, seguramente, los importantes abogados, que los acompañan presentaron y presentarán todas las chicanas posibles que les permitan extender aún más los tiempos.

Muchos tendrán suerte porque los casos prescribirán. Lamentablemente para ellos, en el caso de Papel Prensa, si la justicia al fin comprueba que la apropiación es tan real como las torturas que sufrió Lidia Papaleo, que el apoyo de los genocidas fue a cambio de no publicar los asesinatos, los secuestros y los robos que se estaban produciendo, los dueños de esos medios “independientes” terminarán en la cárcel.

¿Qué harán entonces esos políticos que hoy los defienden como si fueran sus hijos?

¿Qué hará por ejemplo Carrió, con su verborragia apocalíptica? ¿Dónde meterá su amor por Magnetto, a quien quiere levantarle un monumento?

¿Cómo justificarán su apoyo a un grupo de medios de prensa monopólicos que callaron cuando otros denunciaban, que ocultaron cuando otros trataban de informar?

Hoy mismo, ¿con qué argumento pueden negar que si se hubieran opuesto de verdad al genocidio, como lo hicieron The Buenos Aires Herald, o La Arena de La Pampa, o hasta La Prensa mencionando alguna vez a los desaparecidos, la dictadura hubiera caído antes, los muertos hubieran sido menos y la sociedad no hubiera sufrido tanto?

Por eso da lástima en algunos casos, repugnancia en otros, esta defensa de la corporación mediática, sin sentido ni valor moral, que llevan adelante algunos políticos. Sólo por un interés partidista mezquino, para atacar a su supuesto enemigo se alían con el mayor sostén de la dictadura.

¿Por qué si son sinceros, con el mismo ardor no defienden a los empresarios robados o a la propia Lidia Papaleo?
¿Será verdad que con esa actitud están comprando una foto de tapa, una entrevista televisiva, un llamado de una radio bien temprano?

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