miércoles, 23 de diciembre de 2009

Manual de estilo del periodismo negro

por Orlando Barone
Un periodista que se precie no puede ignorar que cualquiera sea la cantidad de crímenes que se cometan por día, basta uno solo para tratarlo con la potencia de cientos.

Y si ocurriera nada más que medio crimen, igual hay que tratarlo como múltiple.

Cuando un experto o una autoridad presentan estadísticas que desmerecen el auge del delito, hay que responderles con ironía, que será porque las balas en el cuerpo de las víctimas son sensaciones.

Y si el periodista aspira a tener éxito debe tener en cuenta que el delito contra un famoso es más efectista y rendidor que el que se comete contra otro cualquiera y anónimo.

Además, como recurso aumentativo, debe afanarse en hacer hablar –aunque agonice- a la víctima, o a los parientes conmocionados.

Y estar atento a que los más desgarrados y llorados lucen más convincentes que quienes se contienen y lloran sin lágrimas.

Y aprovechar su desconsuelo para extraerles deseos de venganza y, en lo posible, lograr que vociferen por la pena de muerte.

Y todavía más: doble condena a muerte.

Si una estrella o ídolo famoso adhiere al linchamiento o al garrote cruel, mejor todavía.
Y repiquetear con la frase común a la farándula: ¡Hagan algo, nos están matando!

La crónica requiere que al darse la información policíaca, es incompetente constreñirse solo al balazo o la puñalada. Sino que se debe describir con delectación por qué lugar de la cabeza ingresó el proyectil calibre extra large, qué descalabro hizo al ir produciendo el agujero dentro del cráneo, y cómo explotó antes de salir por la nuca.

Y si se tratara de crimen con puñal, precisar que órgano interesó y si lo destripó en zigzag u oblicuamente.

Y por supuesto no olvidarse de detalles intimistas de la víctima: si la plata que le robaron era para pagar la cuota de la casita, o la operación para dejar de ser ciego, o si el perro que tenía ya no come y sigue esperando al dueño en el lugar donde yació acribillado.

Si la noticia es una violación ir con entusiasmo al sexualismo.

Y pronunciar la palabra sonante bien silabeada. “ViÓ la CIÓN.

Y ampliar los detalles sobre si se trató de penetración frontal, bilateral o bucal y si es posible cuántas veces.

Cuando haya vecinos reunidos y enfurecidos señalando la casa del posible
sospechoso, azuzarlos con el micrófono y las cámaras de modo que se sientan protagonistas de una epopeya.

Y si el periodista es sagaz, tratar de instigar a los vecinos diciéndoles que no hay que atentar contra la guarida del sospechoso, insinuando que no se les ocurra incendiarla ni hacer justicia por mano propia o ir a buscar kerosén… hasta que los vecinos no aguantan más, traen un bidón y le acercan un fósforo bien delante de la cámara para salir de frente.

Nunca un cronista que se precie debe dejar de proclamar –a medida que informa- que la gente quiere los derechos humanos para la gente buena, no para los delincuentes, y que estos entran por una puerta y salen por otra.

Y ante la sentencia del tribunal a un culpable decir que es un fallo polémico y que veinte años de cárcel no alcanzan para conformar a los deudos.

Durante la crónica insistir con la palabra impunidad y también repiquetear con la palabra inseguridad que son como la amenaza de un arsenal de destrucción masiva.

Aunque la mayor inseguridad es la realidad mediática.

Es eficaz a la crónica desechar datos y estudios que contextualicen y enfríen el tragedismo argentino.

Y hay que saber que un día sin muerto es un noticiero muerto.

Porque si no se infunde miedo, dolor y sed de venganza, no se ejerce bien el periodismo negro.

Leído por Orlando Barone el 10 de noviembre de 2009 en Radio del Plata.
Gentileza de Nestor Gorojovsky nmgoro@gmail.com

lunes, 14 de diciembre de 2009

Paranoia en el taxi

Así nos quieren los medios de desinformación. Con miedo permanente. Incapaces de razonar, listos para reaccionar a sus estímulos. Preparados para comprar lo que ellos nos vendan.

Ya no se necesitan dictaduras sangrientas, sólo una manipulación constante y permanente para meterle a la masa las ideas que lo spoderosos quieren que predominen.

¿No es el Gran hermano de Orwell en el siglo XXI?

viernes, 11 de diciembre de 2009

Cómo se quedaron con "Papel Prensa" los Multimedios"

En el número anterior se hablaba sobre Papel Prensa, la fábrica proveedora del papel con que se hacen los diarios y periódicos, y se explicaba que la mayor parte de sus acciones está en manos de dos grupos: Clarín y La Nación, mientras el resto pertenece al Estado nacional.

Este monopolio, es claramente limitativo de la igualdad de oportunidades, ya que la provisión del papel y los precios son controlados por sus dueños que, para colmo, se resisten a transparentar los manejos internos de la empresa a sus propios socios (el Estado).

El conocimiento de esos manejos es imprescindible para saber si se incurre en prácticas monopólicas y se perjudica al resto de los diarios y periódicos del país, en beneficio de los socios mayoritarios.

El Estado, como socio de la empresa, y como representante de todos los ciudadanos (entre ellos quienes puedan sufrir esas prácticas prohibidas), está obligado a controlar. Pero claro, siempre existe algún lector que critica al semanario «Prensa Libre» porque está a favor del «control de la prensa por parte del Estado». Y que opina ingenuamente que en un país libre: «cualquiera puede poner una fábrica de papel y hacer competencia…» Como se sabe, cada cuál lee lo que quiere, y puede opinar lo que quiera, pero lo que ignora el señor es que no se les ocurrió un día a Clarín y La Nación construir una planta de fabricación de papel y la hicieron.

En realidad fue un largo proceso que arrancó en la década del ’60, con un impuesto del 10% a la importación del papel para crear un fondo para la planta. O sea, que todos los diarios del país, grandes y chicos, contribuyeron a la empresa (de la que hoy no son dueños), bajo el control del Estado, que no estaba manejado por un soviético, sino por un militar: Onganía.

El crecimiento del proyecto, tampoco se dio bajo un gobierno socialista, sino bajo la presidencia (de facto) del general Lanusse. La mayor parte de las acciones pasaron a manos del señor David Graiver (por acuerdos político-empresariales realizados en 1972) y la planta se termina, ya bajo otra dictadura: la de Videla. El costo total de la obra se acercaba a los 42 millones de dólares, según anunció el gobierno en 1977 (se decía que había superado ampliamente esa cifra), y las acciones, que estaban en poder de los herederos, pasaron, por «gentileza» de estos a manos del gobierno militar.

Según denunciaron los herederos (Lidia Papaleo era la esposa de David Graiver), fueron detenidos y torturados, como Edgardo Sajón, el jefe de prensa de Lanusse (todavía desaparecido) y Jacobo Timmerman (que había apoyado al golpe), luego liberado. El trasfondo de estos manejos, como se ve, difícilmente se pueda conocer en su totalidad, pero lo interesante es que en 1977 son convocados, por Videla, los dueños de Clarín, La Nación, La Razón (Peralta Ramos) y La Prensa, para ofrecerles las acciones de Graiver a 8 millones de dólares (buen precio, cuando ya se hablaba de un valor de más de 200) La Prensa (de Gainza Paz) se niega a participar por razones éticas y todo queda en manos de esos tres medios, que se convierten en dos, cuando Clarín compra La Razón.

¿Por qué se le entrega a bajo precio semejante poder a esos medios? Cada cual puede sacar sus conclusiones, pero acá sí que hubo participación del Estado y nadie se quejó.

Y para que quede claro: ningún gobierno democrático intervino nunca hasta hoy. Sólo existe una investigación oficial, la del fiscal Molinas en 1988, con un dictamen donde se acusa a todos los participantes, incluido el Estado, pero por esas cosas de la vida, después de algunos años, la causa prescribió.

Eso sí, a nadie se le ocurra hablar de estas cosas, porque cuando se critica a los paladines de la libre prensa o se intenta saber si pagan sus impuestos, se está atacando a la libertad de prensa que ellos defienden: sus intereses empresariales.

El Estado tiene la obligación de controlar "Papel Prensa"

No se trata de cualquier empresa, es la única que fabrica el papel con que se hacen los diarios y periódicos, y en este momento la mayor parte de sus acciones (en un 63%) está en manos de dos grupos: Clarín y La Nación. El resto pertenece al Estado nacional.

Hasta ahora, los dos multimedios hicieron lo que quisieron. Entiéndase por ello que retacearon el papel, la materia prima con que se imprimen los diarios, a sus competidores y se aseguraron la provisión, para ellos y para sus múltiples emprendimientos. Esto queda demostrado por el hecho de que ellos utilizan más del 70% de la producción para sí, en tanto que el resto de los medios, tanto los llamados nacionales, como los provinciales y los locales, como Prensa Libre, deben conformarse con lo que sobra.

¿Qué pasa cuando se necesita más papel? De acuerdo a un cálculo aproximado, hay que pagarlo un 60% más caro.

Una de las pruebas más fehacientes de estos actos monopólicos de los grupos aliados es lo vivido por “Crónica”, que antes de que se iniciara este proceso era el diario de mayor tirada y hoy está al borde de la quiebra. Durante muchos años fueron en vano las amargas protestas de Héctor Ricardo García, quien (al quedar fuera del negocio) tenía que pagar más caro la mayor tirada de su diario. Algo similar denunciaba el director de “Ámbito Financiero”, Julio Ramos, hasta poco antes de su muerte.

Los que no lo denuncian, como el diario “Perfil” (que debió cerrar su diario hace pocos años por los costos del papel), es porque necesitan del monopolio para subsistir. Porque el monopolio aprieta pero no ahorca: mientras un medio no se constituya en su competencia lo dejará subsistir, pero no podrá crecer más de lo que ellos quieran.

Por eso el Estado, como representante de todos los que no somos ni Clarín ni La Nación, debe velar porque el papel sea provisto para todos por igual y al mismo precio.

Ese fue el espíritu con que se creó la empresa mixta (por lo menos el declarado) y eso es garantizar la libertad de prensa y la libertad de empresa.

Mientras Clarín y La Nación sigan manejando a su arbitrio la producción de la materia prima y su comercialización, será absurdo pregonar que existen algunas de las dos libertades.

Lo único que existirá es (como hasta ahora) el control absoluto de la información por parte de los multimedios.