jueves, 3 de marzo de 2011

"Clarín miente..."

En el año 2000 los grandes medios de prensa de nuestro país (Clarín y La Nación), intentaron destruir al gremio de canillitas: primero bajando su porcentaje de ganancias y luego quitándole la exclusividad para vender diarios y revistas. Entonces, algunos de los perjudicados, iniciaron una campaña en defensa de sus fuentes de trabajo y, entre sus muchas acciones, pintaban en las paredes: “Clarín miente”.

¿Por qué fue? Porque veían que los diarios, cuando decían que su intención era garantizar la “libertad de prensa”, ocultaban que la verdadera intención era monopolizar la venta de diarios eliminando la competencia.

Porque lo cierto es que los quioscos de diarios, repartidos por todos los barrios, venden todos en igualdad de condiciones. La revista de mayor lujo está al lado de otra de deportes o de humor, y un semanario político puede estar al lado de otro de poesía. Algo que garantiza la pluralidad de voces. Para el Grupo Clarín, apoderados del papel (la materia prima), sólo les faltaría concretar la comercialización y su poder sería absoluto por sobre los posibles competidores.

En la época en que los hoy mayorcitos estudiábamos periodismo, aprendimos que un título, una foto o una tapa, tanto podía revelar la realidad como ocultarla. Por esa época pudimos advertir cómo los grandes diarios mentían, simplemente ocultando o resaltando según su interés.

Apenas iniciado el siglo, quien esto escribe tuvo posibilidad de participar en varios seminarios dictados por Adepa (que representa a los dueños de diarios). Algunos de esos seminarios eran sobre “periódicos regionales”. Allí, diarios y periódicos de todo el país contaban sus experiencias y explicaban cómo hacían para sobrevivir. Al tiempo comprendimos que los participantes no eran los que aprendían, sino que fue al revés: con las experiencias, tomadas una a una, poco tiempo después Clarín iniciaba su etapa de suplementos locales.

Y el círculo cerraba. Gracias a Videla se habían quedado con el papel en 1977, manejando los precios y las entregas fueron eliminando a la competencia (Crónica, Ámbito, entre otros), consiguieron que los gobiernos de Menem y Duhalde les entregaran las radios, los canales y el cable, luego este último licuó sus deudas durante la crisis y, por fin, monopolizando la comercialización, sólo les faltaba liquidar a los regionales en el resto del país.

Los suplementos locales del Grupo Clarín competían deslealmente con los medios locales y regionales, salían a pérdida, pero trataban de atrapar pequeños anunciantes (los grandes siempre los tuvieron), liquidaban el pequeño negocio de volantes insertados por los diareros y, de paso intimidaban a los municipios que, inmediatamente les dieron publicidad, con la esperanza de que el gran cuco los tratara bien, o que alguna vez les diera espacio en la nave insignia. Pero todavía no triunfaron; canillitas y medios pequeños lucharon para evitar que los aplasten.

Algunos logros se consiguieron. Hoy se cuestiona la adquisición y monopolio del papel, los canillitas lograron que se mantuviera su estátus, los medios más chicos y regionales resistieron muy bien y hoy, desde el parlamento (ley de medios), de la Justicia (avanzan las causas contra los que no cumplen con la ley) y desde el Estado se intenta poner límites a su poder.

Y hasta sus propios trabajadores logran éxitos en su lucha para democratizar la vida interna en el Grupo. Sin embargo, todavía pueden seguir ocultando, tergiversando, ninguneando más que nunca. Como dirían los canillitas: “Clarín miente”, “desinforma”, y cada vez con menor vergüenza.

Pueden hacerlo. Tienen derecho a defender con uñas y dientes sus intereses comerciales, pero los lectores tenemos nuestras propias armas: cuestionar, dudar, averiguar por nuestra cuenta, leer entre líneas ante cualquier medio, ante cualquier información que se presente como “la verdad”.

Acaso ese ejercicio nos podrá ayudar a ser un poco más libres, o aunque sea, menos ingenuos.