martes, 12 de octubre de 2010

Sábat y un dibujo de mal gusto

No sé si se puede preguntar, como en otros casos: ¿qué le pasa a Sábat? Es un buen dibujante, un caricaturista sutil, pero nunca brilló por sus posturas políticas definidas; por el contrario, muchas veces sus dibujos supieron encontrar el interior del personaje, pero también eran lo suficientemente ambiguos como para que se interpretaran según el momento y el receptor.

Pero en este caso, algo tan obvio y tan agresivo no es propio de un artista, sino de un propagandista, un publicitario de productos comerciales, pero sobre todo, hay una llamativa irrespetuosidad, como si existiera el deseo de irritar, de provocar, de ser tan políticamente incorrecto, como la señora Cecilia Pando, antes que como un opositor crítico.

Por supuesto que Hebe de Bonafini puede ser criticada, pero compararla con un perro rabioso, resulta tan asqueroso como decir que Sábat es un fascista. Porque Hebe no sólo es el símbolo de la resistencia a una dictadura genocida, acá y en todo el mundo, sino es un ejemplo de la necesidad de actuar dentro de la ley y sin revanchismo. ¿Acaso ella o cualquiera de las madres o abuelas no fueron las que garantizaron que la Justicia pudiera tomar en sus manos la lucha contra el terrorismo de Estado?
¿Alguna vez alguien fue agredido por ellas? O han alentado siquiera una acción violenta contra los asesinos, torturadores y secuestradores de la dictadura…

Es más, si hoy muchos medios alientan o muestran sin comentarios cómo figuras representativas de la sociedad piden pena de muerte contra un ladrón o un simple delincuente, ¿cuánto pudieron haber pedido las madres por estos verdaderos asesinos seriales que hoy están siendo juzgados?
El caso Sábat es similar tal vez al de NIk, el talentoso creador de Gaturro, que desbarranca en una constante seguidilla de “humor político” que no brilla por la imaginación, sino que tiene mucho de ataque permanente de poca gracia y mucho odio, que también lo desmerece como artista.

Estamos de acuerdo en que tienen que ganarse la vida, pero como artistas talentosos deben guiarse por su propia libertad imaginativa, antes que por las necesidades de sus empleadores.
Tal vez tendrían que tener en cuenta la experiencia del dibujante Landrú, el mítico creador de la revista “Tía Vicenta”, que hizo público su arrepentimiento por haber atacado sin piedad al presidente Arturo Illia y contribuido así a que Onganía pudiera llevar adelante su golpe de Estado en la década del ’60.

Más de una vez se habla de la libertad creadora del artista en contraposición con la necesidad de comprometerse con la realidad. Tal vez no se trate de aislarse o de comprometerse, pero es seguro que la participación facciosa disminuye su poder de comunicación.

Tal vez Sábat debería ser más cuidadoso con su mirada; según el cristal con que se mire, la cara que sujeta la correa puede ser la de Magnetto y en el otro extremo, la cara de Hebe podría reemplazarse por la de algún dibujante. Entonces lo único real sería la correa con que el poder, cualquiera sea, sujeta a sus artistas partidarios.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Impedir: la consigna de Clarín

Impedir la aplicación de las leyes parece ser la consigna del Grupo Clarín. Las leyes aprobadas por el congreso nacional ponen trabas al crecimiento del grupo monopólico. Su defensa es retrasar todo lo posible su aplicación.

No es, claro, una actitud simpática, pero parece ser la única que le queda para tratar de mantener su posición dominante en la sociedad argentina.

Hasta hace poco el Grupo tenía dominio absoluto (junto a su colega La Nación y la permisividad del Estado) sobre el papel para diarios que se fabrica en la Argentina. Eso se debió al acuerdo alcanzado con la dictadura militar en 1976. Como consecuencia de ello, Clarín pudo hundir a su competidor directo (Crónica), retaceándole el papel o vendiéndoselo más caro, y como consecuencia logró ponerse a la cabeza de los medios e impedir que cualquier otro pudiera hacerle sombra.

Hoy, alcanzado por las denuncias del resto de los medios y por presentaciones judiciales realizadas por el propio Estado nacional, intenta hacer valer su poder de lobby presionando a diputados y senadores para evitar las investigaciones en marcha en el congreso, y censura en sus medios y en los de sus aliados, las noticias que no favorecen a sus intereses.

Por otra parte, el Estado está obligado a tomar medidas para recuperar su papel como socio de Papel Prensa, ya que tiene el 27 por ciento de las acciones y una responsabilidad indelegable en la defensa de los intereses de los ciudadanos, y ante los que debe rendir cuenta.

Conviene recordar que Clarín también posee una posición dominante en la televisión argentina. Más hoy, cuando es casi imposible acceder a la televisión abierta sin cable. Porque el Grupo no sólo es dueño de un canal abierto (el 13), sino también de varios canales de cable, de noticias y entretenimientos, y no sólo eso, es el dueño absoluto de la trasmisión de la TV por cable, y decide, por ejemplo, que algunos canales no se vean (caso CN23 y Telesur entre otros) y que ellos determinen cuáles son los mejores lugares para que sus mensajes tengan mayor impacto.

El caso Fibertel es otro de los dominios absolutos que tiene el Grupo. A través de su posición en el cable, por la misma línea envía Internet, y lo cobra, y caro, y es monopólica para amplias zonas del país. Claro que Fibertel no existe, y no puede hacer lo que hace. Como cualquiera que realiza una actividad ilícita; pero Clarín la mantiene a fuerza de poder. O sea, el poder absoluto, el poder verdadero; también allí es más poderoso que las leyes. Eso sí, a usted no se le ocurra poner un quiosquito en el barrio porque si lo descubren se lo cierran y no hay juez que le haga caso.

Y encima están los hijos de dudoso origen adoptados por la dueña del Grupo. Ya hace años que se dice que no es legal esa adopción, que son hijos de desaparecidos, que existe un delito de Lesa Humanidad en el medio (como ocurre con Papel Prensa), pero no, el poder de Clarín (aunque la miseria moral de algunos periodistas les haga decir otra cosa), es el más fuerte. Ya hicieron echar a un Juez en 1995 (Marquevich) que se animó a encarcelar a la ex bailarina Ernestina Herrera. Y desde entonces, con artimañas jurídicas lograron lo que para cualquier otro sería imposible: que hasta hoy no se pueda obtener una muestra de ADN. Con ayuda de abogados, policías y jueces, lo lograron (pasaron casi 30 años de pelea y ¿sabe cuánto tardarían en sacarle sangre a usted (aunque no quiera) en caso de participar de un posible hecho delictual o un simple accidente?

Los poderosos tienen privilegios, es verdad.
El principal es impedir que las leyes se cumplan para ellos, el segundo es diferenciarse del resto de los mortales.

Mire, si no, cómo el asesino material de Cabezas (que fue un crimen bestial cometido por un supuesto encargo de Yabrán –que se suicidó por eso-, bajo la gobernación de Duhalde), está preso en su casa ¡Sí! Aunque no lo crea o se haya olvidado, ese criminal era el último preso de la banda. Todos están libres de alguna manera y, tal vez, listos para cometer otros encargos de poderosos personajes. Y esos poderosos los amparan, son leales con sus secuaces.

Allí está, por estos días, la poderosa Bunge que cometió la mayor evasión en el impuesto a la Ganancias de la historia. Usted tiene que pagar sus impuestos, pero ¿los poderosos? ¿ y los jueces? (que tampoco pagan Ganancias): bien gracias; ¿y los legisladores? listos para saltar por Clarín: bien gracias. Los proyectos duermen y los poderosos siguen en pie, libres de actuar como quieran… ¿Usted puede creer que un pedófilo con dos condenas firmes esté libre y aparezca por televisión como una estrella?

Todo eso es sólo una muestra de dónde está el poder. Sí, acertó, en los grupos económicos, que tienen tierras, bancos, grandes empresas monopólicas y grandes medios; y cuando el Estado (que nos debe representar a todos) intenta frenar ese poder, aparecen sus esbirros gritando: ¡Comunistas, totalitarios, drogadictos, populistas), para que los poderes se arrodillen y no se animen a tomar ninguna medida que pueda, aunque más no sea, atenuar sus privilegios.