
Lo extraño es cómo se defiende: el poder ejecutivo le pagó dos millones de dólares a Lidia Papaleo para que contara una historia mentirosa. Y afirma que ella misma se lo dijo. Por supuesto sin testigos. Por supuesto fue desmentido claramente por Papaleo.
Caramba, que la prensa “independiente” se preste a semejante acusación es algo serio. Aquellos que publicaron sus declaraciones deben estar muy seguros de lo que dice, porque de no ser así, sólo cabe pensar que son tan miserables, como cualquiera que acuse sin pruebas a una víctima de la dictadura más feroz que dominó a los argentinos.
Es cierto que La Nación apoyó de cabo a rabo a la sangrienta dictadura. Es verdad que no sólo callaron durante los años de plomo, sino que además hicieron prensa para engañar a sus lectores, como muchos grandes medios de la época; pero no asumir sus responsabilidades y atacar a ciegas y a locas sin presentar pruebas es casi una demostración de culpabilidad increíble. Es además una demostración cabal de no tener argumentos valederos para mostrar. Sólo chicanas jurídicas como las que presenta diariamente el Grupo Clarín para atrasar, nada más que atrasar, la aplicación de las leyes de la república.
¿Y éste era el periodismo de primer nivel de la Argentina?
¿Estos eran los que daban clase de objetividad y libertad?
¿Es posible que hayamos estado ciegos durante tanto tiempo?
¿Por qué algunos políticos siguen defendiendo a estos personajes como si fueran sus hijos?
¿No dan un poco de lástima?
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